por Pastor Ken
Halláronse tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fué por gozo y por alegría de mi corazón: porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos.
De niño, estuve expuesto a creencias supersticiosas. Los horrores y los recuerdos de tal maldad están grabados para siempre en mi mente.
Pero un día escuché a un joven predicador compartir la verdad del amor de Dios directamente de la Biblia. Inmediatamente supe que quería lo que ese predicador estaba ofreciendo. ¡Quería a Jesús!
Quería saber tanto como pudiera sobre el Hombre que murió por mis pecados. Cuando pregunté cómo podía hacer eso, el predicador me dijo que todo lo que necesitaba saber estaba en la Biblia; si leo y estudio la Biblia, Dios me dará un corazón y una mente para asimilarlo todo.
Desde ese día, no he podido dejar de leer y estudiar la Biblia. Cuanto más leo y escucho la Palabra de Dios, más me doy cuenta de que no puedo vivir sin ella. De hecho, la Palabra de Dios trae más alegría a mi vida que cualquier otra cosa.
Abraham Lincoln dijo esto acerca de la Biblia: “Toma de este libro todo lo que puedas sobre la razón, en balance con la fe, y vivirás o morirás siendo un hombre más feliz”.
No podría estar más de acuerdo. Lo he experimentado de primera mano en mi vida. ¡Espero que tú también!
¿Qué puedo hacer para que el estudio de mi Biblia sea aún más que un hábito?
Querido Señor, ayúdame a leer tu Palabra, meditar en ella y convertirla en el fundamento de mi vida para que pueda ser un testimonio vivo para las personas que me rodean. En el maravilloso nombre de Jesús oro, Amén.