por Heather Tietz
Esforzaos empero vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que salario hay para vuestra obra.
En el versículo de hoy, el profeta Azarías no habla de construir, arar o trabajar para ganarse la vida.
Él está animando a los oprimidos por la guerra, rodeados de idolatría. “Puedes limpiar tu comunidad”, les dice. “Puedes reescribir las leyes. Puedes inspirar a quienes te rodean a detener su impiedad y buscar al único Dios verdadero. ¡Puedes! No te rindas. Persevera y Dios te devolverá su favor. Lo buscarás y lo encontrarás. Él le dará paz a tu tierra”.
Hoy, a todos nos vendría bien un poco de paz en las tierras que reclamamos como nuestras — nuestras familias, nuestros vecindarios, nuestro país. Podemos tomar en serio el aliento de Azarías.
No renuncies a tu hijo descarriado, a tu cónyuge distante, a tu vecino impío ni a los líderes imprudentes que te rodean. Jesús te recordaría que eres la luz del mundo. No apagues tu propia llama. Sigue orando por el cambio. Continúa escribiendo cartas, enviando mensajes de texto, haciendo llamadas, asistiendo a reuniones comunitarias o haciendo cualquier cosa para la que Dios te haya programado e inspirado.
Todos tenemos un don que extenderá su reino. ¡Síguelo!
Si no disfrutas del fruto de tu trabajo en la tierra, habrá una recompensa para ti en el cielo.
¿Qué me está inspirando Dios a hacer para darle mayor gloria?
Querido Señor, que nunca me canse de trabajar para ti. Ayúdame a buscar en ti mi inspiración y mi fuerza. Gracias por tus bendiciones y por tu protección. Te amo. En el nombre de Jesús oro, Amén.