Una cosa buena del dinero es que puedes contarlo. Puedes determinar su valor por cuánto tienes. Diez dólares. Veinte. Cien. Mil.

Pero hay otras cosas de mayor valor que el dinero que son más difíciles de contar, que a menudo son ignoradas o subestimadas a nuestro propio riesgo.

El tiempo, por ejemplo. A veces, el dinero te roba el tiempo, como cuando compras un televisor nuevo porque está en oferta y ahorras unos cientos de dólares, sin darte cuenta de que te costará tiempo de calidad con tu cónyuge y tus hijos.

También podemos valorar el dinero por encima de nuestra integridad. Claro, es deshonesto tomar esa deducción de impuestos, pero un cheque grande nos vendría útil. Y por supuesto, se siente genial tener carros del año o que tus amigos vean esa ropa nueva, pero ¿vale la pena tener dos trabajos para pagar la gigantesca deuda de tu tarjeta de crédito?

Una vida de felicidad y satisfacción proviene de comprender que la mayor parte del tesoro verdadero se encuentra en otras cosas además del dinero y el estatus: el tiempo, la familia, la integridad, la libertad. Es posible que no puedas contar su valor en sumas de diez y veinte, pero cuando los vendes para aumentar tus beneficios, es posible que tu vida no tenga ningún valor.