por Heather Tietz
Porque en esperanza somos salvos; mas la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿á qué esperarlo? Empero si lo que no vemos esperamos, por paciencia esperamos.
Más de 400.000 niños en Estados Unidos esperan un hogar permanente.
Residen con familias de adopción, con la esperanza de que algún día tendrán un lugar permanente y seguro donde serán cuidados y amados.
Nosotros también somos un poco como niños adoptivos.
Antes de conocer a Jesús, estábamos solos, a menudo abusados y siendo abusivos con los demás. Sufrimos mucho. Pero luego, en algún momento nos entregamos a Jesús. Dejamos de intentar vivir por nuestra cuenta y Dios nos reclamó. Él nos adoptó como suyos.
Dios nos ha elegido. Pero mientras esperamos mudarnos a su casa, nuestros cuerpos envejecen. Tropezamos cuando somos tentados. Este mundo caído nos causa dolor.
Sin embargo, el apóstol Pablo dice: “¡Tened esperanza!”
Podemos mirar hacia el lugar seguro y permanente que Dios está preparando para nosotros: un lugar donde seremos cuidados y amados, libres de angustias y dolor físico, de cargas, de tentaciones, de tristeza de cualquier tipo.
La vida aquí es sólo una sombra, una visión oscura de lo que se avecina. ¡El cielo es nuestro hogar permanente!
¿Cómo describiría mi esperanza del cielo? ¿Cómo creo que es?
Querido Señor, por favor, mantente especialmente cerca de aquellos hijos tuyos que no tienen hogar ni familia. Lléname con tu compasión por los desamparados y los que sufren. Permíteme extender tu esperanza y gracia a todos los que conozco hoy. Gracias por la certeza de que tengo un hogar eterno contigo. Oro en el nombre de Jesús, Amén.