La ciencia es la investigación de los prototipos de Dios, sus fórmulas y su música.

Nuestro mundo es su magnífico diseño, sus máquinas vivientes, sus festines y sus sinfonías. Aunque los científicos apenas pueden sondear la mente del Todopoderoso en una cantidad minúscula. Somos demasiado pequeños para llegar a donde sólo la magnificencia puede hacerlo.

Dios en su sabiduría hizo el mundo. Todo ello. Todo lo silvestre, lo domado, lo venenoso, lo peligroso y lo bello — terremotos, avalanchas, huracanes, tormentas de granizo gigantes, arcoíris y rosas. Él creó el sol que hace crecer nuestras plantas y nutre nuestros cuerpos, que también puede provocar cáncer de piel y secar los cauces de los ríos.

No siempre comprendemos cómo un organismo o un detalle encaja en el gran plan de Dios. Debido a que no entendemos el delicado equilibrio inherente a toda la creación, estamos llamados a ser protectores de la Naturaleza. “Para labrarla y cuidarla”, según Génesis 2:15.

La naturaleza de Dios es un cálculo científico para nosotros. No siempre entendemos por qué Él permite que suceda algo. Inclusive cuando no cuidamos su creación, Él puede convertir un desastre en bendición.

Romanos 8:28 dice: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.