Declarándose Culpable

por Heather Tietz

1 Juan 1:9

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.

Hay una gran satisfacción que surge cuando alguien nos pide disculpas.

Es como un balde de agua sobre las llamas. Nos refresca.

Incluso los jueces suelen reducir las penas para quienes confiesan un delito. Cuanto antes se admite la culpa, menos castigo se suele imponer.

Entonces, ¿por qué alguien elegiría ocultar su culpa o negar sus malas acciones cuando le espera un mundo de reconciliación y sanación? Quizás sea por miedo a que la persona a la que hemos agraviado utilice nuestra confesión en nuestra contra en el futuro. O tal vez sea un intento de salvar las apariencias ante alguien.

Cuando se trata de poder, ninguna relación es más desigual que la que tenemos con Dios.

Él es el Hacedor del universo y el Juez de toda la humanidad. Sin embargo, Él también es un Padre misericordioso que nos ofrece mucho en respuesta a nuestros crímenes contra Él.

Cuando confesamos, Él perdona, simple y completamente. Con nuestra confesión y Su perdón, se produce un cambio real dentro de nosotros. Nos volvemos un poco más como Jesús. Declararnos culpables detiene nuestros deseos, pensamientos y acciones injustos y nos da un nuevo comienzo.


Reflexión

¿Qué confesión debo hacerle hoy a Dios? Lo haré ahora. ​


Plegaria

Santo Dios, confieso que no he vivido una vida sin pecado. Todo lo que he hecho, incluso las cosas que pensé que eran buenas, son como trapos de inmundicia en comparación con Tu perfección. Por favor perdona mis pecados y defectos. Gracias por Tu gracia inigualable e incomparable. En el querido nombre de Jesús oro, Amén.