Desde un punto de vista estrictamente literario, la Biblia es una hermosa historia, armada como un rompecabezas, unida por prefiguaraciones y metáforas.

En los libros más antiguos, muchos miles de años antes de la introducción del personaje más fundamental de la Biblia, Jesús, hay referencias a su vida, muerte y significado para la humanidad.

En Números 21, los israelitas descarriados finalmente han llegado al final de su peregrinaje. Han derrotado a los cananeos y ahora están a punto de entrar en Edom.

Pero comienzan a murmurar. Se quejan de la comida que Dios ha provisto milagrosamente y desean la de Egipto, donde fueron esclavizados. Entonces, Dios envía serpientes venenosas para despertarlos de su ingratitud.

“Hemos pecado, Moisés”, gritan. “Ora para que Dios nos libre”.

Dios le dice a Moisés que haga una serpiente de bronce y la levante para que todos la vean. Al mirarla, eran sanados.

Más de mil años después, se cumple lo que prefiguraba la serpiente de bronce. Jesús dice en Juan 3:14 y 15 que como la serpiente de bronce, él también debe ser levantado.

La humanidad ha sido mordida por el pecado. El único sanador, el antídoto, es Él.

Dios ha estado escribiendo nuestro futuro en las páginas de la historia desde el principio. Si miramos, podemos ver que Jesús ha sido parte de la historia de Dios para nosotros todo el tiempo.