por Ami Hendrickson
E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: Oh si me dieras bendición, y ensancharas mi término, y si tu mano fuera conmigo, y me libraras de mal, que no me dañe! E hizo Dios que le viniese lo que pidió.
1 Crónicas contiene una genealogía detallada de relevancia para Israel y Judá, comenzando con Adán. Por esta razón, el libro puede ser bastante desalentador de leer. ¡Todos esos nombres de personas para las que no tenemos marco de referencia!
Seguro, sabemos acerca de Matusalén y Noé (1 Crónicas 1:3-4). Recordamos las historias de Abraham, Isaac (1 Crónicas 1:34) y José (1 Crónicas 2:2). Pero la gran mayoría de las personas mencionadas en los primeros capítulos de 1 Crónicas son extraños para nosotros.
Luego, en medio del pase de lista, surge un hermoso retrato de un creyente. Por dos versos cortos, nos encontramos con Jabez. Según su madre, nació con tristeza, pero superó su triste comienzo en la vida para llegar a ser “más ilustre que sus hermanos” (1 Crónicas 4:9).
La oración de Jabesel — versículo de hoy — es el único registro que tenemos de él. ¡Pero qué testimonio de su fe!
Este hombre, nacido en el dolor, reza para que sucedan cosas buenas, no solo para él y su familia, sino también para aquellos con quienes entra en contacto. Su oración es sencilla y sincera:
Bendíceme. Por favor envíame desafíos y éxito. Quédate conmigo. Guárdame del mal.
La oración sincera de Jabes por sí sola nos dice mucho sobre su carácter.
Pero tenemos la ventaja de saber cómo terminó su historia: ¡Dios le concedió su pedido!
¿Cuáles son algunas de las muchas bendiciones que Dios me ha concedido?
Querido Dios, gracias por escuchar mis oraciones. Estoy eternamente agradecido por las bendiciones que me das. En el santo nombre de Jesús oro, Amén.