por Katelyn Molloy
Y el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Soy una persona impaciente.
Tiendo a frustrarme conmigo misma cuando no puedo avanzar de la manera que quiero. Me encuentro comparando mi vida con la de otros y me molesto cuando parece que no estoy a la altura.
En tiempos como estos, es fácil comenzar a culpar a Dios por nuestras fallas, preguntarle por qué nos hizo de esta manera y cuestionar su plan para nuestras vidas.
Podríamos mirar la vida de otras personas y desanimarnos cuando no estamos a la altura. Pero los estándares de Dios no son los nuestros. Cuando nos sentimos desanimados, necesitamos contarle a Dios todos nuestros problemas y pedir su ayuda para confiar en que Él tiene el control. Lo más importante es que debemos confiar en que su amor y su gracia son más fuertes que nuestros defectos. Mientras estemos vivos, la gracia de Dios actúa sobre nosotros.
“Pero él me dijo: ‘Mi gracia es suficiente para ti, porque mi poder se perfecciona en la debilidad’. Por tanto, gustosamente me gloriaré más en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí” (2 Corintios 12:9).
Te desafío hoy a que comiences a confiar en que Dios te llevará a donde Él necesita que estés.
¿Cuáles son algunas cosas que necesito traer a Dios y dejar que su gracia las cubra hoy?
Querido Dios, gracias por tu amor y gracia. Por favor, ayúdame a confiar en ti más plenamente. Quiero crecer en tu gracia y en mi conocimiento de ti. Gracias. En el nombre de Jesús oro, Amén.