Las relaciones a larga distancia son difíciles.

Cuando comencé a salir con mi esposo, nuestra relación comenzó como un romance a larga distancia. Pasábamos horas hablando por videoconferencia y por teléfono durante los primeros días de nuestro noviazgo. Fue un desafío que estábamos decididos a hacer que funcionara porque nos importaba profundamente nutrir nuestra nueva relación. El hombre que se convirtió en mi esposo había hecho planes sobre su futuro que me incluían, y yo había hecho lo mismo.

Finalmente, nuestra perseverancia valió la pena el día de nuestra boda.

Como cristianos, estamos en una relación a larga distancia con Dios. Y así como mi esposo había hecho planes para mí en su futuro, el plan de Dios incluye que vivamos con Él para siempre.

En Daniel 7, Daniel tiene un sueño profético lleno de bestias aterradoras, cada una representando un reino terrenal. El capítulo se lee como una escena de una película de historietas hasta que encontramos una hermosa promesa intercalada entre dos versículos de profecía.

El versículo 18 tiene una promesa para ti y para mí: el pueblo de Dios recibirá y poseerá Su reino y, a diferencia de todos los demás reinos, el reino de Dios durará para siempre, sin fin.

Como creyentes, tenemos garantizado un felices para siempre. La perseverancia de Dios y Su amor a larga distancia darán sus frutos a su debido tiempo, en Su reino eterno.