por David Haase
Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo á sí mismo, según el puro afecto de su voluntad, Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Mi padre fue adoptado.
Su vida no fue muy placentera. La persona a la que llamó “mamá” no lo quiso y abusaba de él. Dejó el hogar siendo muy joven y no volvió. Papá pasó toda su vida tratando de encontrar a su verdadera familia, poniendo anuncios en los periódicos con respuestas que fueron en vano.
Dios nos ha adoptado a todos, a través de Jesucristo, pero a diferencia de los padres adoptivos de mi padre, Dios nos ama y nos quiere tremendamente a cada uno de nosotros.
Hemos sido elegidos para la salvación, siendo adoptados como hijos de Dios. Él nos ha dado perdón, conocimiento, los dones del Espíritu y el poder para hacer su voluntad. También tenemos la esperanza de vivir para siempre con Cristo.
El mayor regalo de Dios es el Amor.
La esencia del Amor es el libre albedrío. A cada uno de nosotros se le ha permitido elegir o rechazar a Jesús. Podemos elegir vivir una vida mundana o elegir tener una relación con Cristo.
Es fácil de creer, pero a veces la cruz se vuelve pesada. Amar a los demás antes que a nosotros mismos es gratificante, pero a veces resulta muy exigente. Esta Escritura nos da la seguridad de que un Dios amoroso nos ha predestinado para la adopción y la salvación cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador.
El regalo de la salvación es gratuito, a pesar que no la merecemos. ¡Que bendición!
Dios me ha elegido. ¿Lo acepto? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Qué significa para mí ser uno de los hijos adoptivos de Dios?
¡Dios misericordioso! Gracias por el regalo de la salvación a través de tu Hijo Jesucristo. Por favor dame la fuerza para transmitir alegría a los demás. En su nombre oro, ¡Amén!