por Ami Hendrickson
Sé estar humillado, y sé tener abundancia: en todo y por todo estoy enseñado, así para hartura como para hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Ynes yacía donde había caído. Le dolía la mano y tenía dolor al respirar. Sabía que se había roto algunas costillas. Se reprendió a sí misma por caer. Ahí estaba ella, una mujer en sus medianos años cincuenta, en el desierto con Roxana Ferris, una de las principales botánicas del mundo. Ahora, a menos de la mitad de su expedición de recolección de plantas, se había caído por un acantilado.
Ynes Mexia no era ajena a subir alto o a caer bajo. Nacida en 1870, su vida estuvo llena de altibajos. Creció con riqueza, estatus y privilegios. Cuando era muy joven sus padres murieron heredándole una propiedad bastante grande, que administró bien.
Enviudó en sus años 30 y se volvió a casar, un error desastroso que le dejó cicatrices psicológicas sufriendo un trauma emocional extremo durante más de diez años.
A los 50 años, descubrió el amor por la botánica. Esto generó una pasión que la llevó desde las tierras salvajes de Alaska hasta el Amazonas y que duró hasta el final de su vida.
Ynes se convirtió en uno de los recolectores de plantas más hábiles del mundo, recolectando más de 150.000 especímenes. Muchos de ellos eran nuevos para la ciencia, incluido uno que lleva su nombre: la mimosa mexiae, una planta que encontró en ese primer viaje desafortunado.
A veces, cuando somos derribados y abatidos, Dios nos bendice de una manera que nunca podría haberlo hecho si no hubiéramos sido humillados primero.
¿Cuándo siento más el apoyo y la fuerza de Cristo?
Amado Señor, gracias por amarme en mis altibajos. Ayúdame a recordar que eres la única constante en mi vida. En el nombre de Jesús oro, Amén.