¿Cuál es la cosa más incorruptible de la tierra?

¿El diamante? ¿El acero? ¿La roca? ¿Qué hay de los dientes, específicamente, los microscópicos dientes de la lapa que habita en el océano? ¡Estos dientes de caracol son tan increíblemente resistentes que se afilan solos! Aun así, todo lo que raspan para comer acaba desgastando esos oscuros e incorruptibles dientes.

Todo se corrompe.

El fuego, el viento, el agua o el tiempo lo arruinarán. Aunque Pablo les dice a los cristianos en Éfeso que pueden generar algo que no se gasta ni se acaba: el amor a Dios.

Pablo dice que es posible amar a Dios valerosamente frente a sus enemigos. Es posible amarlo intensamente cuando estamos rodeados de tentación. Es posible amarlo inquebrantablemente cuando estamos afligidos por la adversidad.

Es posible tener un amor por Dios que no se corrompa, que no termina, que no aminora con el tiempo. Ni siquiera la misma muerte puede dañarlo. Nuestros cuerpos se deterioran, pero Pablo enseña que si tenemos a Jesús en nuestro corazón, Él nos dará la sabiduría para prepararnos para una vida floreciente, incorruptible y eterna en el amor de Dios.

Así, Pablo concluye su carta con el versículo de hoy: “Gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible. Amén” (Efesios 6:24).