por Heather Tietz
Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El bautismo ha sido parte de la tradición judía durante siglos.
Tevila, o inmersión en una mikve, un estanque donde se acumula el agua, ha sido parte de la limpieza ceremonial para hombres y mujeres judíos desde la época de Moisés. Las mujeres después del parto, los sacerdotes antes del servicio en el templo, incluso los cuerpos antes del entierro, se sumergieron en estanques para la purificación.
Las aguas vivas — aguas abiertas para recibir la lluvia — eran los lugares predilectos para los bautismos. Cuando nos encontramos por primera vez con Juan el Bautista, él estaba bautizando judíos en las aguas vivas del río Jordán.
Entonces Jesús llega a la escena.
Como todas las otras tradiciones bíblicas que los judíos honraban, Jesús lo tomó y quitó el telón. Quitó las escamas de los ojos y reveló el mensaje oculto de Dios en la práctica.
El bautismo no se trata de limpiar la suciedad. No se trata de agua en absoluto, y no es solo para un grupo selecto. El bautismo invita a todas las personas a elegir a Dios. Todas las naciones están invitadas a tener una relación con él.
Jesús en esencia dijo: “Mójalos, empápalos, cúbrelos con su Protector, con su Salvador y con su Consejero: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lava su exterior para mostrar cómo Dios está lavando sus corazones”.
“Yo soy el Agua Viva”, promete. “Sumérgete en mí”.
El bautismo en agua es sólo un comienzo. Sumérgete en Cristo hoy.
¿Cómo le he pedido a Dios que me lave y me limpie? ¿Veo a alguien como “demasiado sucio” para el amor de Dios? ¿Cómo puedo ofrecerles el perdón de Dios?
Gracias, Dios, por abrazarme completamente, sin importar de dónde sea, sin importar cuán sucio esté. Por favor, blanquéame como la nieve. Que siempre esté sumergido en tu amor. Oro en el nombre de Jesús, Amén.