Nokseng era más sabio que sus enemigos.

Seguir los mandamientos de Dios fue el camino que eligió andar, sin importar nada.

Nokseng se paró ante el jefe de la aldea de Meghalaya mientras apuntaban flechas a su familia. El jefe le exigió que renunciara a su fe cristiana. Brave Nokseng respondió con una canción, elaborando espontáneamente la letra de lo que se ha convertido en uno de los himnos más queridos de la cristiandad: “He decidido seguir a Jesús”.

Nokseng y su familia fueron ejecutados, pero su fe incansable asombró tanto al jefe de la aldea y a los miembros de la comunidad que ellos también volvieron sus corazones y sus vidas para seguir a Jesús. Al morir, Nokseng se ganó a sus enemigos.

Los mandamientos de Dios nos exigen ser bondadosos, a compartir y a amar incluso a aquellos que planean hacernos daño. Sus mandamientos son nuestras armas contra todos los males.

Puede parecer que estamos perdiendo una batalla, como Nokseng, pero al final Dios gana.

La sabiduría es equipar nuestro espíritu con la ley de Dios. Cuando nuestras armas estén hechas de amor, cuando el perdón, la paciencia y la alegría sean nuestras flechas, el bien prevalecerá y Dios vencerá.