por Heather Tietz
Que Jehová vuestro Dios anda con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros.
Los escorpiones están hechos para la batalla.
Su cuerpo está envuelto en un exoesqueleto parecido a una armadura y guiado por dos pinzas hinchadas, como los brazos de un luchador recién salido de un entrenamiento. En un lado de su cuerpo hay varios ojos y en el otro, un fuerte aguijón venenoso. Ocho patas ágiles y musculosas les permiten escalar superficies rugosas como una araña.
Los humanos, por otro lado, no están preparados para la batalla. Nuestros incisivos planos apenas sirven para desgarrar la carne. Nuestra piel se rasga fácilmente. Nuestras uñas se rompen. Y si realmente queremos luchar contra un enemigo, necesitamos ropa protectora: vehículos blindados, escudos, armas hechas por el hombre o el poder sobrenatural de Dios.
Nuestros cuerpos y mentes fueron construidos para algo más grande: el amor. Nuestra boca se utiliza mejor para animar, nuestros labios para sonreír, nuestros brazos para abrazar, nuestros oídos para escuchar, nuestras manos para ayudar, nuestros dedos para arreglar.
Fuimos creados para amar activamente a Dios y a los demás. ¡Es el primer mandato de Dios!
Si estamos caminando por un camino recto y hemos adquirido enemigos, como los hijos de Israel que escaparon de la esclavitud de Egipto, o David huyendo del celoso rey Saúl, o Jesús en juicio, entonces nuestros enemigos son asunto de Dios. La guerra que peleamos es suya.
No podemos abandonar nuestra fe cuando nos enfrentamos a aquellos que odian. Seguimos siendo seguidores de Cristo, bondadosos, autocontrolados y amorosos. Entrégale tus batallas. Confía en Dios para disciplinarte. Deja que Él te salve.
¿Cómo he experimentado a Dios peleando a mi favor?
Querido Dios, gracias por estar dispuesto a pelear mis batallas por mí. Confío en Ti implícitamente. Eres la única armadura que necesito. Sé que eres mi salvación. En el nombre de Jesús oro, Amén.