por John Michalak
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos á nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Hay libertad en la impotencia.
Cuando lo has intentado todo y has fracasado, cuando te quedas sin ideas ni motivación, puedes abrir un regalo que Dios no ofrece bajo ninguna otra circunstancia. Cuando llegas al final de ti mismo, la única libertad que te queda es entregarte plenamente a Él.
Dios comprende nuestro deseo de independencia. Él honra nuestra libertad de elegirlo o no. Pero también entiende que no encontraremos mayor libertad que la entrega. En los vínculos de una relación piadosa, finalmente seremos libres para disfrutar de la vida que Él desea para nosotros.
Ese es el clamor del corazón de la oración de Jesús aquí en Mateo 6.
Puedes intentar perdonar, pero la gente aún te lastima y te pisotea. Haces un intento tras otro para superar la tentación, pero aun así fracasas. Quieres protegerte a ti mismo y a tu familia de los males de este mundo, pero el mal aún puede prevalecer.
Ésta es una de las razones por las que el Evangelio es tan buena noticia: cuando se pierde toda esperanza, nace una nueva esperanza. En nuestra insuficiencia, finalmente somos libres de dejar nuestro orgullo y clamar a Dios con todo lo que somos.
Abraza la libertad que trae la impotencia.
¿A veces tengo problemas para admitir mi impotencia? ¿Cuáles son las cosas que necesito entregar a Dios hoy?
Querido Dios, tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre. Eres todopoderoso. No puedo hacer nada por mí mismo. Por favor ayúdame a reconocer mi impotencia y a aceptarla, confiando plenamente en ti para todo. En el nombre de Jesús oro, Amén.