por Ami Hendrickson
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.
En diciembre de 1849, el sol caía sobre la cabeza de Juliette Brier. Con sólo 1. 52 metros de altura y un peso de menos de 46 kilos, Juliette y su familia se dirigian hacia el oeste por el Sendero Santa Fe. Pero se desviaron del sendero cuando conocieron a alguien que les habló de una ruta más corta.
Esa ruta los llevó a través de un desierto tan tortuoso que lo llamaron El Valle de la Muerte. Durante días, el grupo deambuló por el desierto, se perdieron, se debilitaron y más aún, se desmoralizaron.
El viaje hasta aquí había sido tan exigente que el marido de Juliette pesaba cuarenta y cinco kilos menos que cuando habían empezado. Sin embargo, ella no podía dedicar demasiado tiempo a ayudarlo. Sus tres hijos pequeños exigían su atención si quería que sobrevivieran.
“Estás demasiado débil para caminar con nosotros”, dijeron los hombres del grupo. “Espera aquí. Seguiremos adelante y enviaremos ayuda cuando encontremos la salida”.
“Ni mis hijos ni yo hemos hecho esperar al grupo”, respondió Juliette.
Cogió a un niño y se lo puso en la espalda. Sostuvo uno en su brazo y tomó la mano del otro. Luego, ayudando a su demacrado esposo, caminó más de 160 kilómetros a través del desierto hasta California.
Aquellos que se enorgullecen de su fuerza están condenados eventualmente al fracaso. Pero incluso la persona más débil puede confiar en la gracia y el poder de Cristo. Confía en él y él te llevará a casa.
¿Qué podría lograr si me enfocara menos en mi debilidad y más en el poder de Cristo?
Querido Creador celestial, por favor cubre mi debilidad con tu fuerza. permíteme encontrar gloria en tu gracia. En el nombre de Jesús oro, Amén.