En 2003, los Cachorros de Chicago estaban a punto de pasar a la Serie Mundial, con la posibilidad de ganarla después de casi 100 años.

A tan sólo cinco “outs” entre los Cachorros y el codiciado Campeonato de la Liga Nacional, una bola elevada fue enviada al jardín izquierdo. Mientras el jardinero izquierdo se ubicaba para hacer la atrapada, un aficionado llamado Steve Bartman extendió su mano golpeándola hacia las gradas.

Momentos después, la ventaja de los Cachorros desapareció y los fanáticos de los Cachorros llegaron al invierno sin el codiciado premio.

Bartman fue culpado.

Se escondió del ojo público. Pero luego, en 2016, su amado equipo ganó la Serie Mundial. La gerencia de los Cachorros le entregó el mayor gesto de gracia que el béisbol jamás haya visto: un anillo de Serie Mundial personalizado.

¿No somos todos un poco como Bartman, poniéndonos donde no nos corresponde? A menudo somos culpables de tener una perspectiva centrada en nosotros, sin darnos cuenta de cómo nuestras acciones pueden dañar a otros.

Gracias a Dios que no tenemos que escondernos de Él, sin importar nuestro pecado. No hay necesidad de esperar una década o toda una vida para el perdón; Él lo da en el momento en que nos arrepentimos. Si somos sus hijos, si compartimos su genética espiritual, entonces no podemos tener un Bartman personal en nuestra vida.

Tenemos que perdonar como Dios perdona. Extiende un poco de gracia hoy.