por Ami Hendrickson
El que no ama, no conoce á Dios; porque Dios es amor.
El 11 de abril de 1783, el incipiente Congreso Continental Estadounidense proclamó oficialmente un alto al fuego para la Guerra Revolucionaria.
Entre otras cosas, el documento, “Declarando un Cese de Armas”, decía:
Las hostilidades entre dichos Reyes, sus Reinos, Estados y Súbditos, deben Cesar en todas las Partes del Mundo.
Aunque el resultante Tratado de París no se firmó hasta el 3 de septiembre, el alto al fuego del 11 de abril permitió a las naciones involucradas dejar de pelear y comenzar a planificar su futuro.
Durante la Guerra Revolucionaria, cada bando perdió aproximadamente 25.000 personas, aunque murieron muchas más por enfermedades que en el campo de batalla. Mientras que avanzaba la guerra, la gente se aferraba a su fe. Tenían fe en Dios, fe en su causa y fe en sus líderes. A medida que la lucha se prolongaba año tras año, los ciudadanos de ambos bandos esperaban el mejor resultado posible.
Pero sólo la firma de alto el fuego permitió que el amor entrara en escena. Esta sola hoja de papel erradicó la enemistad, permitiendo que los ciudadanos de países que alguna vez intentaron destruirse encontraran intereses en común.
Dios es amor (1 Juan 4:8). Por eso el amor es la fuerza más poderosa de la tierra. Sin amor, la fe y la esperanza son poco más que deseos durante una guerra. Pero el amor trae un alto al fuego.
Solo el amor tiene la promesa de un futuro brillante.
¿Qué elementos del carácter de Dios aprecio más? ¿Cuál es el único rasgo de Dios que opaca a todos los demás en mi vida?
Dios todopoderoso, gracias por amarme. Que nunca dé por sentado ese amor. Ayúdame a difundir tu amor a un mundo necesitado. En el nombre de Jesús oro, Amén.