por John Michalak
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y trájola al hombre. Y dijo Adam: Esto es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne: ésta será llamada Varona, porque del varón fué tomada.
Nosotros somos tan diferentes.
Hombres. Mujeres. Adultos. Niños. Urbano. Rural. Nacionalidad. Carrera. Rico. Pobre. Hay tantas diferencias que a veces parece que necesitamos un traductor para tener una conversación sencilla.
Pero, a pesar de nuestras diferencias, también somos iguales. Hombre, mujer, extranjero, ciudadano, la mayoría de las personas generalmente desea las mismas cosas: familia, seguridad, respeto, amor y honestidad.
En el principio nació este misterio: el hombre estaba solo, pero Dios le trajo una mujer, alguien igual, creada de su misma carne, y alguien tan diferente, a quien pasaría el resto de su vida tratando de entender.
Para representar genuinamente el amor de Dios a los demás, debemos acercarnos a aquellos que son diferentes; debemos apreciar la perspectiva de otras personas. Y nunca debemos permitir que nuestras diferencias nos impidan unirnos en las cosas que nos conectan, especialmente en nuestra mutua necesidad de Dios.
¿A quién conozco que sea diferente a mí, cuya situación me resulte difícil de entender? Pediré que el amor y la compasión de Dios fluyan a través de mí para tener discernimiento y ver en qué somos iguales.
Querido Jesús, por favor recuérdame cómo abrazaste a los que eran diferentes y nos mostraste nuestra mutua necesidad de seguirte. Ayúdame a llegar a aquellos que pueden ser diferentes a mí, pero que siguen siendo tus hijos. En tu nombre oro, Amén.