por Pastor Ken
Y acercándose, tocó el féretro: y los que lo llevaban, pararon. Y dice: Mancebo, á ti digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó á hablar. Y dióle á su madre.
En el pueblo de Nain, una procesión fúnebre del joven y único hijo de una viuda avanza con tristeza.
Jesús ve la necesidad de la madre solitaria. Él comprende la profundidad de su agonía y dolor. Es el momento más oscuro de su vida. Jesús se apresura hacia ella. Siente el pesar de la madre y le dice con mucha compasión: “¡No llores!”.
Frente a ella, el joven desde el ataúd escuchó a Jesús decir: “Joven, levántate”. El alma fría obedece las poderosas palabras de su Creador Jesús.
Se da cuenta del don de Jesús: ¡recupera su vida! Cuando abre los ojos, todo lo que ve es la tapa del ataúd. Él lo golpea. La madre llorando abre la tapa.
El hijo se pone de pie, contemplando a Jesús con enorme gratitud.
Jesús lo abraza y le devuelve el muchacho a la madre.
“¡Mamá!” el hijo dice: “¡Te amo!”
Su agradecida madre lo abraza con fuerza durante mucho tiempo.
Ese Jesús compasivo y comprensivo ve tu necesidad, conoce tu situación y está listo para ofrecerte esperanza en los momentos más oscuros de tu vida. “¡No llores!” Él dice. “Estoy aqui contigo.” Escucha: Él está hablando palabras de vida en tus momentos más oscuros.
¿Qué espero de Dios cuando estoy en medio de una crisis? ¿Cómo clamo a Él cuando estoy sufriendo?
Querido Jesús, por favor sana mi corazón roto. Resucita lo mejor de mí: mi esperanza, mi fe y mi confianza en ti. Guíame en los buenos y malos momentos de acuerdo a tu voluntad para mi vida. En tu nombre oro, Amén.