por Darla Noble
Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espitirual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables á Dios por Jesucristo.
“Sacrificarse” significa renunciar a algo, generalmente en beneficio de otra persona o para el bien mayor de un grupo de personas.
Los padres sacrifican innumerables cosas por sus hijos. La familia de un soldado sacrifica pasar tiempo juntos por la seguridad del país.
Los atletas olímpicos sacrifican una infancia y una vida social normales por la oportunidad de ganarse el honor de ser los mejores del mundo en su respectivo deporte.
Por cada sacrificio realizado, hay una recompensa o compensación de gran valor.
Lo mismo es cierto cuando se trata de hacer sacrificios espirituales.
Los sacrificios espirituales de los que habla Pedro en el versículo de hoy son: alabar y adorar frente a las dificultades, negar los deseos pecaminosos, el interés propio y posiblemente incluso sacrificar su propia vida por la causa de Cristo.
Cuando sacrificamos la autogratificación y la atención para alabar a Dios, recibimos las bendiciones de la presencia activa de Dios en nuestra vida.
Cuando sacrificamos los deseos pecaminosos del cuerpo para convertirnos en un templo para el Espíritu Santo, recibimos el TLC (Tierno, Amoroso Cuidado) constante y perfecto del Espíritu.
Cuando sacrificamos una vida mundana por una piadosa, recibimos la esperanza y la seguridad de la eternidad en el cielo.
¿Cuál preferirías tener?
¿Qué sacrificaré por Dios hoy? ¿Cómo me hace sentir el sacrificio?
Dios misericordioso que estás en el cielo, quiero ser un sacrificio vivo y que respira por ti. Por favor, dame el coraje y la fuerza para ser quien Tú quieres que yo sea. En el maravilloso nombre de Jesús, oro y te alabo, Amén.