El amanecer, la luz del amanecer, hace retroceder la oscuridad y el frío, calentando el mundo.

Hace visible nuestro camino, cultiva vides, estira ramas, induce a las flores para que florezcan y madura los frutos. Nos nutre con vitamina D como ninguna pastilla y ningún alimento pueden.

De muchas diferentes maneras, los cristianos traen luz al mundo. Las personas que aman a Dios emiten bondad a través de su arte, de sus palabras, de su pasión, de su amor. Algunos iluminan las habitaciones con su presencia. Resplandece su alegría, su sonrisa, su interés por los demás, su cuidado y su amabilidad. Inspiran a aquellos que conocen hacia la bondad. Otros, que pueden no tener personalidades radiantes, difunden la bondad a distancia a través de ideas ingeniosas y creaciones útiles.

Todos tenemos una luz para compartir, una luz que Dios nos ha dado.

Como luces en la oscuridad, los que aman a Dios emiten aliento, esperanza, paz, fidelidad, bondad y alegría.

Cuanto más conocemos a nuestro Salvador y cuanto más tiempo pasamos con Dios, más crece nuestra bondad, más vides crecemos, más ramas estiramos, más flores hacemos florecer, más frutos ayudamos a madurar.

Somos la luz del sol para nuestro mundo.