por David Haase
Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, Cuya esperanza es en Jehová su Dios.
En Génesis 32:24-30, Jacob lucha con Dios.
Persevera y Dios le da una bendición que cambia su vida.
Yo se cómo se siente él.
Mi primera esposa y yo estábamos teniendo dificultades matrimoniales. Su familia (abuelos, padres, hermano, tías y tíos y muchos primos) asistían todos a la misma iglesia que nosotros. Todos conocían nuestros problemas.
Fuimos al pastor para pedir consejo, pero fue en vano. El pastor se reunió conmigo en privado y me pidió que me retirara de la iglesia porque mucha de mi familia política asistía allí.
Después de nuestro divorcio, equiparé a la iglesia con Dios y llegué a estar lleno de amargura y enojo. Me sentí indeseado.
Le di la espalda a Dios, pero Él nunca me la dio a mí. Durante los siguientes veinte años, libré una batalla interna con Él, preguntándome: “¿Por qué permitiste que esto sucediera?”
Mantuve mis luchas con Dios reprimidas en mi interior. Pero Él escuchó mi clamor. Me llevó a mi segunda esposa, una mujer maravillosa y piadosa que se tomó el tiempo para comprender mi dolor. Ella me invitó a su cálida y amorosa iglesia, que nos amó. Hoy llevamos casi cuarenta años casados. ¡Alabado sea Dios, nuestra ayuda y nuestra esperanza!
¿Qué cosas en mi vida podrían ser mejor si dejara de huir de Dios?
Querido Dios, gracias por amarme a pesar de quien soy. Ayúdame mientras lucho con los problemas de mi vida. Por favor continúa guiándome, incluso cuando no pueda ver el camino. En el precioso nombre de Jesús oro, Amén.