por Heather Tietz y Joyverse
Y todo lo que hagáis, hacedlo de ánimo, como al Señor, y no á los hombres; Sabiendo que del Señor recibiréis la compensación de la herencia: porque al Señor Cristo servís.
Todo nuestro trabajo en la tierra genera algo.
Nuestro trabajo diario da como resultado algún tipo de producto. Con tus manos y tu mente creas arte, limpias la basura, enseñas a la próxima generación, distribuyes códigos de computadora, entregas correo o fabricas aparatos. Al mismo tiempo, tus interacciones con los demás generan bienes intangibles: justicia, tal vez; seguridad, limpieza, salud, sabiduría, educación y paz.
¿Cómo beneficia a la sociedad tu poder muscular y tu poder cerebral? ¿Cómo provoca la justicia? ¿Cómo agrada a Dios?
Nuestro trabajo diario no es sólo un medio para pagar cuentas; es un servicio a los demás. Es un servicio a Dios, cuidar del mundo en cualquier forma en que esté definido nuestro trabajo. Por eso, Dios es, en última instancia, nuestro jefe. Estamos usando las habilidades que Él ha incorporado en nuestras vidas para servirle.
Siempre estamos bajo la vigilancia del Dios Todopoderoso. Cuando nadie más nota nuestra puntualidad, nuestra atención a los detalles, el esfuerzo adicional que damos, la gracia que brindamos, Dios lo hace. Él ve los resultados que produce nuestro trabajo. Su placer es la recompensa máxima.
Esfuérzate por que Él diga: “Bien, siervo bueno y fiel”.
¿Qué bien intangible produce mi trabajo?
Querido Salvador, que todo mi trabajo sea para ti. Ayúdame a darme cuenta de que no importa cuán insignificante sea la tarea, puedo realizarla para tu gloria. Ayúdame a servirte fielmente en todo lo que hago. Amén.